- - ¿Cuál es tu misión en esta vida?
- No sé
- ¿Por qué no sabes?
- No sé!
- Tú misión es ser feliz!
- Y acaso esa no es la misión de todo el mundo?
Un fragmento
del diálogo con mi hijo adolescente que me hizo reflexionar. ¿Acaso no es la
misión de todos ser feliz? Estoy convencida que así es, venimos a esta
experiencia de vida a ser felices, imagino que Dios en un susurro nos lo explicó
antes de nacer, incluso creo que nos dijo que contábamos con todos los recursos
necesarios para cumplir con esa misión especial, luego empezamos a vivir (o
acaso empezamos a dormir en un sueño diferente) y se nos olvidó todo lo que escuchamos.
Cuando despertamos la conciencia entendemos que no hay nada más valioso que
hacer lo que amas y así empiezas a cumplir con tu misión, es entonces cuando
experimentas libertad para ser.
Hace poco revisé mi misión de vida, le hice
ajustes, la perfeccioné; ese proceso además de entusiasmarme, me dio la
posibilidad y el impulso para tomar decisiones en mi vida, decisiones que quizá
algunos no entendieron o aún no entienden: ¿cómo se puede dejar la seguridad de
un trabajo en el que además ya cumplía 23 años de permanencia? Y es que
precisamente, al revisar mi misión me di cuenta que lo que hacía no me permitía
cumplirla, sentía que me alejaba de ella y estaba perdiendo mi esencia. Hoy
estoy viviendo un nuevo despertar, aprendiendo cosas nuevas, viviendo
experiencias maravillosas porque alimenté mi misión y ella a su vez me alimentó
a mí dándome nuevas motivaciones e impulso. Por eso te invito a revisar tu
misión y si aún no la tienes clara o nunca has pensado en ella, pregúntate:
¿Para qué estás aquí? ¿Por qué existes? Escribe las respuestas que vengan a tu
mente, luego, en otro momento, revisa, corrige tu misión hasta que quedes
satisfecho con ella sintiendo que refleja tu esencia, que refleja tu ser.
¡Atrévete a vivir tu misión!